Por: Samuel E. Aguinaga Alcaraz
EL 9 DE ABRIL DE 1948 Y EL PUENTE DE OCCIDENTE
En mis apuntes de historietas indocumentadas tengo algo que me comentaron como ocurrido en nuestra Ciudad el 9 de abril de 1948, con la advertencia de que no hay certeza de ello, y que se relaciona con los acontecimientos que sobrevinieron con motivo de la muerte del Dr. Jorge Eliécer Gaitán. Quiero contarlo sin ánimo de publicarlo en revista alguna, porque en mi sentir carece de importancia (al fin y al cabo historieta o relato de poca monta). Al mismo tiempo espero que no se le dé ninguna connotación política.
Algunos pocos recordamos que el 9 de abril de 1948 a la una de la tarde, asesinaron en Bogotá al Dr. Jorge Eliécer Gaitán, caudillo liberal de la época. Los liberales de Colombia se enardecieron cuando por la radio se dio la dolorosa noticia y en muchas poblaciones se tomaron la Alcaldía y cometieron actos de violencia. Según comentarios que no constan en documentos oficiales, los liberales de nuestra ciudad no querían quedarse atrás, por lo que luego de reunirse un grupo en la plaza principal, algunos decían que al frente de la Farmacia Santa Fe, que era propiedad del Dr. Agustín Acevedo, acordaron trasladarse a la casa de Anatolio Sepúlveda, jefe indiscutible del partido: -¡Anatolio! – le dijeron cuando después de tocar la puerta un buen rato les abrió – ¡mataron a Gaitán! ¡Bogotá está prendida! ¡Ya se tomaron algunas alcaldías de ciudades importantes y de pueblos! ¡Nosotros venimos a ver qué vamos a hacer aquí! Anatolio que era un político muy calmado, y que ya estaba enterado de todo porque desde hacía ratos estaba oyendo por su radio las noticias de lo sucedido, les respondió: – ¡Muchachos! es hora del almuerzo. Después de que durmamos la siesta, veremos qué hacemos.
Todos quedaron desinflados y callados. Un conductor forastero que se había unido al grupo tomó la palabra y dijo: – Aquí en la plaza, al frente de la Catedral tengo un carro lleno de pólvora que llevo para los trabajos de la carretera al mar. Si Ud. quiere, voy y lo estaciono en la mitad del Puente de Occidente y allí lo hacemos estallar, tumbamos el puente y así la fuerza pública que puede venir más tarde de Medellín no tendrá por dónde pasar. De inmediato Anatolio replicó: – He dicho que todos a almorzar y a hacer la siesta; y Ud. se va ya con ese carro de aquí, porque de pronto explota esa dinamita y nos tumba la catedral. Voy a llamar al comando para que le hagan salir con esa pólvora lo más pronto posible. Todos salieron, como perros regañados, a cumplir la orden del Jefe. Se deduce de lo anterior, que si no hubiéramos tenido un dirigente tan calmado como Anatolio Sepúlveda, quien para justificar su manera de actuar y hacerse obedecer recurrió a la siesta que tanto disfrutamos los Santafereños, distinta hubiera sido la suerte de nuestro hermoso Puente de Occidente. Al contarle lo anterior a un periodista bogotano quien visitó la ciudad hace ya muchos años, hizo una anotación muy graciosa al decir: “Los habitantes de esta ciudad son tan perezosos, que aplazan una revolución por hacer una siesta”. Igualmente en artículo de El Espectador, creo que de los años 70, titulado “Anatomía de Ciudades” el Sr. Periodista Alberto Mendoza refiriéndose a nosotros dice:” Antioqueños dos veces. Por la ciudad, Antioquia.
“La cultura no se vende, se regala”